jueves, 13 de agosto de 2009

Apología del peronismo

Mientras todos los sólidos se siguen desvaneciendo en el aire, el peronismo queda. Y no es casual o un sitio sin tocar por el vendaval postmoderno de la historia, si tal termino puede esgrimirse gratuitamente. El peronismo es la política hecha carne en las masas populares, en las multitudes trascendentales, en el cantar de un pueblo, por eso mismo es inamovible del sentir argentino. Es la máxima sofisticación política, esquiva a aquellos que se jactan de tener algo “mas sofisticado e intelectualmente razonable” que el peronismo, algo a lo que ven como vulgar, plebeyo, bajo, sin darse cuenta que lo que ellos suponen como política y proyectos políticos no son más que expresiones de deseo banales, vacuas, inconsistentes, que se derriban con un soplido. El peronismo ha demostrado no poder ser derribado por nada a lo largo de los años.

El peronismo está latente siempre, y lo estuvo desde que la patria se hizo Patria y fue arrastrando en su ser todas las reivindicaciones populares que se fueron dando en una sociedad que, desde su nacimiento en 1810, no hizo más que postergar al propio peronismo. Es un movimiento telúrico que cuando se despierta no hace más que agitar multitudes, así como también remover viejos rencores, porque si algo ha tenido el peronismo son grandes enemigos. Al decir de muchos, también ahí está el gusto de ser peronista. No hace falta más que alguien levante los dos brazos, o que un rugir de parlantes haga resonar un canto épico de corte wagneriano pero profundamente nacional, o que un par de palabras nos recuerden que hay banderas que levantar y nombres que llevar a la victoria, o hasta quizás el sólo hecho de sentir que en medio de tanta gente distinta hay un nombre que nos une a todos: Perón.

Que el peronismo es nacional y popular no quedan dudas. Ni liberalismo, ni republicanismo, ni socialdemocratismo, ni radicalismo. Nada. Puritanismos. Idearios importados de lugares en donde esas burgueserías han causado más muertos y desclasados que cualquier otra cosa. Y después está el marxismo, el anarquismo, el leninismo, el trotskismo, el maoísmo, cosas muy bonitas, filosofías profundamente comprometidas con sentires humanos, históricos, y hasta populares, pero desgraciadamente poco apegadas a estas pampas. Mapas trazados en mesas chicas, de pocos, en donde con un compás, una regla y un transportador se planearon los destinos de un pueblo sin que este se enterase. Todo bien con esos compañeros, pero es necesario decirlo, a veces se parecen más a sus enemigos los burgueses que a lo que ellos mismos se representan. Incluso hay más moral burguesa en esos trazados que en un partido cristiano.

Inmortal, Evita nos recuerda que “el peronismo no se aprende ni se proclama, se comprende y se siente, por eso es convicción y es fe. Es la fe popular hecha un partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la Patria”. Una causa de esperanza, argentina y latinoamericana. Pero el peronismo no es para todos, de hecho hay que contar con tres características básicas, que Evita las subraya cuando agrega a lo anterior lo siguiente: “Soy peronista por conciencia nacional, por procedencia popular y por convicción personal”. Sin esas tres características no se puede ser peronista. Como vivimos en una sociedad que aspira a ser clase media siempre, es difícil que alguien se sienta orgulloso de pertenecer a los sectores populares. Y mucho menos de estar igualado con esa gente que siempre “estaría dispuesta a ser manipulada”. Por eso es el gran problema de la derecha culta o de los progres idealistas cuando tienen que explicar qué hace alguien educado con esa masa amorfa, que no piensa y que se deja llevar por regalos y prebendas. Esa masa amorfa es la Historia misma, es la continuidad de las relaciones sociales que desde el fondo de los tiempos luchan por darle un destino final y concreto a sus aspiraciones de una Patria libre, justa y soberana. Entonces, cómo no estar ahí, cómo no ser peronista. Es la historia que nos llama, que nos levanta, que nos hace caminar. Son todos los enemigos del pueblo los que están ahí enfrente, listos para darnos el tiro de gracia, el que nos hubiesen dado si no fuese por ese glorioso 17 de octubre.

El peronismo es la política misma porque es contradicción, porque es confrontación, porque en él conviven lo bueno y lo malo, porque es un profundo drama social que busca siempre sobrevivir, y porque siempre lo logra. Y es la política misma porque nos incluye a todos, compañeros y gorilas, porque nos hace identificar con pasiones o con razones, porque hay un destino en él, porque hay una causa común, y también un bien común. Ignorarlo es imposible, abrazar su causa a veces puede quemar, ser indiferente a él puede ser el pie para caer en lo peor. Ni la Historia podrá escapar al peronismo, ni el peronismo podrá escapar a la Historia. En ese doble giro se muestra el destino Nacional.

Puede, al fin y al cabo, que un día desaparezca, como movimiento y como partido. Quizás dentro de cien años nadie se acuerde de él, de sus métodos, de sus maneras, tal vez hayan pasado a ser algo primitivo, digno de olvidar. Seamos en ese entonces una sociedad democrática, moral, recta, libre, institucional. Puede que pase. Pero en algún lugar alguien tendrá que escribir sobre él, al menos una reseña, unas líneas, algo que de cuenta del mismo, aunque como ya se dijo, sea algo digno de olvidar en ese entonces. Y posiblemente se escriba algo así: “Un movimiento político que quiso perdurar para siempre”. Con un poco de suerte, si esas hojas se conservan, tal vez se haya cumplido ese sueño.

APOLOGISTAS

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