sábado, 19 de diciembre de 2009

Walter y los ferroviarios


"Hasta los muertos no estarán a salvo si el enemigo gana" (Walter Benjamin, "Tesis de filosofía de la Historia")

"Benjamín escribe en la derrota, con lo que elige un campo: el de los vencidos, el de los olvidados. Por esto mismo es fundamental la “memoria” de las víctimas. (...) El vencido tiene el imperativo de la memoria ya que su historia se escribe sobre la represión y el olvido, o en última instancia sobre los muertos. ¡Hay que recordar para que la barbarie no se repita!" (Javier Méndez-Vigo, "W. Benjamin, Utopía y Mesianismo").

El sábado 19 de diciembre se hicieron las pruebas piloto para la recuperación del transporte de pasajeros en las líneas ferroviarias entrerrianas, en este caso en el ramal que une Concepción del Uruguay con Paraná, que empezaría a funcionar el año próximo.
Frente a quienes reclaman para sí lo peor de la tradición utópica mal entendida, esto es, la adhesión consciente o no a que las utopías son irrealizables, proponiendo proyectos inviables de vías ferroviarias surgidas de la nada que comunicarían a todo el país con un costo básicamente irrisorio, es necesario de vez en cuando recuperar el valor de quienes acometen la empresa sin reclamar para sí el beneficio de las mieles del Grupo Clarín y sus sicarios.
Dentro de este último grupo, pues, es dable recuperar el decisivo paso adelante que supone lo realizado en Entre Ríos.
A través de la voz más habilitada para dar cuenta, si hemos de adscribir al compromiso para con los oprimidos propio de la mejor tradición nacional y popular: la de una de las víctimas del proceso de desarticulación de la estructura ferroviaria propio de los '90.
“Vengo a buscar el alma de mi marido que anda por acá”, se escuchó decir emocionada a doña Paula, una vecina de 90 años, esposa de un ferroviario fallecido. (La Voz).

Esta es "la gran política", expresión que utilizara Néstor Kirchner en Rosario hace algunos días para referirse a las medidas del gobierno que trascienden lo meramente administrativo o el cálculo oportunista en el que se embarcan los otros actores del escenario político (véase, por caso, la asunción en Diputados). Esta es la gran política y, si se nos permite, este es el corazón mismo del proyecto nacional y popular, la recuperación material que no es sino la reivindicación de la memoria, el rescate del olvido.
La puesta en acto, el reconomiento de la dignidad de quienes han sido históricamente excluidos, olvidados, basureados por un sistema que, como el deseo, no quiere nada sino la eterna reproducción de sí mismo.
Frente a esto se levanta, pues, una de las mejores medidas que ha tenido el gobierno de Sergio Urribarri. En lo más encumbrado de la tradición nacional y popular, recuperando redes ferroviarias que no son sino la reactualización de un modelo de país y la reivindicación de la memoria de los condenados al olvido.
Si el enemigo gana, ni los muertos estarán a salvo, como dijera Benjamin. Es bueno ver que la fórmula también se aplica en sentido contrario, y que su memoria puede ser honrada a partir de un modelo de país que abreva en lo mejor de la tradición peronista.

Recordar, para que la barbarie no se repita, con los ojos puestos en el 2011.

viernes, 6 de noviembre de 2009

De Hugo Presman


Tomado del blog de Artemio (http://rambletamble.blogspot.com/)


Hace 20 años caía el Muro de Berlín. Bajo sus piedras se sepultó la palabra pueblo y emergió “la gente”. En la postmodernidad el ciudadano se convirtió en vecino como si fuera meramente un consorcista o un consumidor pasando a ser un ente económico amputado de su carácter político.

El “periodismo independiente” calificó de paro un lock out patronal y denominó campesino a un pequeño propietario cuyo capital en la pampa húmeda supera el millón de dólares. La huelga, en el nuevo ángulo de observación, no se la mira desde el lado del trabajador sino del usuario. La destrucción de la legislación laboral se la envolvió bajo el eufemismo de flexibilización. La distribución del ingreso no sería consecuencia de políticas activas sino del desborde de la copa de los satisfechos.

La teoría del derrame por el cual la prosperidad de los ricos produciría la mejoría de los pobres fue una adaptación moderna de Las fábulas de Esopo. Los aeropuertos y los shoppings son no lugares, el equilibrio fiscal proclamado como mandamiento por los liberales es meramente caja cuando lo hace un no liberal, la pobreza conmueve a los que la originaron y todo movimiento social será sinónimo de clientelismo.

El tránsito siempre estará asociado a la palabra caos, De Ángeli a la “mesura” de los funcionales al Poder, el rabino Bergman a la sensatez y el Cardenal Bergoglio a las campañas de Caritas, loables pero nunca calificadas de clientelismo religioso. Campo no es una definición geográfica, sino una inventada categoría política que remite a un escenario donde no hay controversia sino consenso, donde no hay intereses económicos diferentes sino armonía bucólica, donde no hay peones y trabajo infantil sino integrantes felices émulos de la familia Ingalls.

Clientelismo será la forma de descalificar todo plan social, aunque el mismo no caiga en arbitrariedades en que incurren algunos de ellos. Asignar grandes cantidades de dinero entre pocos será considerado un incentivo a la inversión. En cambio, distribuir pequeñas cantidades a muchos, siempre llevará el estigma de clientelismo.

Limpiar el idioma de los atropellos de los falsificadores, desvestirlos de sus imposturas, que la palabra comunique y no obstruya la comprensión, forma parte de la batalla política del lenguaje. Ahí donde se libra un combate más por la liberación. Tal vez uno de los primeros. Necesario, imprescindible para descubrir a los modernos recreadores de la Torre de Babel.

lunes, 19 de octubre de 2009

Raúl Scalabrini Ortiz y el 17 de Octubre


Pasaban los días y la inacción aletargada y sin sobresaltos parecía justificar a los escépticos de siempre. El desaliento húmedo y rastrero caía sobre nosotros como un ahogo de pesadilla. Los incrédulos se jactaban de su acierto. Ellos habían dicho que la política de apoyo al humilde estaba destinada al fracaso, porque nuestro pueblo era de suyo cicatero, desagradecido y rutinario. La inconmovible confianza en las fuerzas espirituales del pueblo de mi tierra que me había sostenido en todo el transcurso de mi vida, se disgregaba ante el rudo empellón de la realidad.

Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde del 17 de octubre de 1945.

El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir.

Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. El descendiente de meridionales europeos, iba junto al rubio de trazos nórdicos y el trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún. El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su enorme masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajidos y cilancos con meandros improvisados sobre la arena en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que es el anticipo de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos de entusiasmos que arribaban por la Avenida de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal.

Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de la Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y el peón.

Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón.

sábado, 3 de octubre de 2009

No hay peor fascista que un gorila asustado

POR JORGE GILES

El uso del idioma delata siempre una ideología.

Los vocablos se trepan a su propio juego, se atan y desatan, de acuerdo a quien los pronuncia.


A veces, los sustantivos y los verbos parecen duendes tan juguetones, que deschavan al hablante en el momento menos esperado.

Ayer, por ejemplo, un pronombre demostrativo que sonó posesivo, hizo de las suyas colándose en unas declaraciones de Mauricio Macri.

Cuando afirmó "Este es el Gobierno más fascista de los últimos años", muchos de los presentes en la jornada organizada por la derecha internacional reunida en Buenos Aires, aplaudieron a rabiar, convencidos que el jefe de gobierno porteño se estaba refiriendo a su propia gestión.

"¡Bravo Mauricio! ¡Así se habla coño!, ¡Joder!", gritaba alborozado un ex jefe de estado español que comparte, entre otros asuntos, el mismo modelo de bigotito rasurado de Macri.

¿Fue un acto fallido? ¿O apenas un acto de sinceramiento al calor de tantos ilustres personajes de derecha como él?

El Gobierno nacional fue criticado muchas veces por su excesiva tolerancia con los movimientos sociales, con las marchas obreras y con las ofensas recibidas y no respondidas por el Ejecutivo; o criticado por el envío de leyes al Parlamento que fueron acompañadas de mecanismos de democracia participativa o por su estrecha amistad con los mandatarios progresistas de América Latina.

Pero convengamos que el gobierno macrista peca por conductas que están en las antípodas.

Como muestra vale un botón, dicho sin ninguna connotación peyorativa.

*La insistencia en sostener al cuestionado ex comisario Fino Palacios como candidato, a la jefatura de la policía metropolitana.

*El intento de espiar y registrar los consumos y adicciones personales de los empleados públicos de la ciudad.

*El intento de excluir a los provincianos en la atención hospitalaria.

*Los allanamientos a barrios humildes, la expulsión en masa de sus habitantes y la represión que denunciaron varios ocupantes de edificios porteños.

*El control y denuncia a dirigentes sociales por encabezar manifestaciones pacíficas realizadas en calles y plazas.

*La convocatoria y participación del macrismo en eventos internacionales como los señalados al principio.

Por esto y mucho más, cuando Macri habla de fascismo, está mostrando su propio DNI ideológico. Por eso el aplauso de sus contertulios.

Muy lejos del orden cerrado macrista, todavía resuena el eco de la votación triunfal en la Cámara de Diputados para la pronta sanción de la nueva Ley de Comunicación de la Democracia.

Es
ta vez la divisoria de aguas entre los distintos bloques parlamentarios se pareció en mucho a la caracterización deseada para el escenario político argentino, de cara al bicentenario patrio.

Los que se fueron del recinto se parecían mucho entre sí.

El aliento rancio de la derecha del Pro comandada por Federico Pinedo y De Narváez, de la UCR oficial, del "PJ disidente" y las huestes de Elisa Carrió, comulgaron en la decisión de desertar al momento de enterrar definitivamente una norma de la dictadura, y aprobar una gran Ley de la democracia. Toda una definición.

Los que se quedaron, deberían pensar una mirada estratégica común para los próximos desafíos históricos.

En esta oportunidad, las diferencias y similitudes se activaron en clave de concepción de la democracia. Y cada uno de los sectores optó por uno de los hemiciclos posibles.

Este escenario seguirá en el futuro, básicamente por dos razones.

Por que el Gobierno de Cristina seguirá profundizando el modelo de país equitativo, defendiendo a capa y espada las conquistas sociales logradas desde la presidencia de Néstor Kirchner y por que la composición del Parlamento nacional será más compleja.

Ambas razones requieren de la unidad del espacio progresista, nacional y popular.

Para seguir sosteniendo estas banderas, más allá de legítimas diferencias.

Y para que la Argentina del Bicentenario sea una Argentina más solidaria.

Tres Tristes Peronistas... de la FTS