martes, 18 de agosto de 2009

La ruptura


POR ALEJANDRO HOROWICZ
El sábado 19 de enero del año ’74, a las 22.30, el ERP inicia las operaciones para copar el cuartel de Azul. Fracasa. Horas más tarde el presidente Perón, a través de la cadena nacional, condena el ataque y responsabiliza al gobernador Oscar Bidegain de “tolerancia culposa” con la guerrilla guevarista. Bidegain renuncia. El ataque motiva un durísimo proyecto que el Ejecutivo envía al Congreso, proyecto que desencadena un curioso debate –los diputados juveniles intentan discutir, la mayoría del bloque decide impedirlo–. La crisis impone la intervención pública del presidente. El 22 de enero se produce el encuentro con los diputados de la JP. Perón sostiene: “Nosotros vamos a proceder de acuerdo con la necesidad, cualquiera sean los medios. Si no hay ley, fuera de la ley, también lo vamos a hacer y lo vamos a hacer violentamente. Porque a la violencia no se le puede oponer otra cosa que la propia violencia. Esa es una cosa que la gente no debe tener en claro. Lo vamos a hacer, no tenga la menor duda”. Vale la pena volver a leer el párrafo, integra el tomo XXVII de sus Obras Completas, ya que casi en ninguna oportunidad un general de la Nación, constitucionalmente a cargo de la comandancia de las FF.AA., habló tan claro. Rodolfo Vittar, que actúa como vocero del grupo de diputados, intenta restaurar los blasones juveniles y aliviar la enorme presión del jefe, por eso recuerda: “Usted conoce hace años a la Juventud Peronista y conoce su lealtad hacia usted como líder y conductor. En ese sentido, conoce también cuál ha sido nuestro esfuerzo durante estos últimos años”. La réplica llega gélida: “Lo he reconocido veinte veces. Sería lamentable dejar de pensar así”. El planteo es simple: no hay ningún lugar para el juego propio: obedecen, o se van. Irse equivalía a sumarse al ataque del ERP, y quedarse implicaba subordinarse a una política represiva imposible de convalidar. Por lo tanto renunciaron a sus bancas. La provocación del ERP está más allá del análisis político. Y sirvió para justificar el endurecimiento legal, pero sobre todo para barrer expeditivamente a los principales dirigentes de la nueva etapa. Renuncia de Bidegain, destitución mediante un golpe de mano policial de Obregón Cano y Atilio López, el 24 de febrero. El anuncio de Perón se cumplió: los métodos de la represión –legal, e ilegal– enmarcaron su gestión. Política que Isabel Martínez de Perón culminaría con el Operativo Independencia: intervención de las FF.AA. en la represión directa. La suerte estaba echada.

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